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Relatos para la interculturalidad

En un monte lejano, un padre sólo anhela que sus diez hijos desnutridos sobrevivan. No sueña con que vayan a la escuela, con que de grandes tengan una profesión, no. Sólo espera que el día de mañana- literalmente- pueda tener algo para darles de comer. Lo dice en un castellano medio mal dicho, que se mezcla con palabras en wichi l´hamtes y con un nudo en la garganta: tiene vergüenza de no saber hablar castellano. Sabe lo que eso significa. Su comunidad, como tantas otras, ha sido arrinconada por el “progreso”. En el territorio que ancestralmente ocupaban junto con su pueblo, “ellos” ya no son bienvenidos. Ya no puede obtener de éste los medios para subsistir. Día a día expone su cuerpo bajo el sol haciendo changas por apenas un billete. Sus manos labran la tierra de ajenos y para beneficio de otros. Los ahatäy no sólo le han impuesto su forma de vida, sino que también lo han reducido a la mera subsistencia. Su mujer ha fallecido pariendo mellizos en el monte, él que quisiera poder poner su propio cuerpo como herramienta para la lucha territorial, no se lo permite. Sabe que es probable que corra con la misma suerte que ella y su cuerpo es una extensión de sus hijxs, y sólo con él puede intentar redimir la escasez que sufren.

Mi cuerpo tiene un privilegio: soy ahätay. Quizá sea el peso, la culpa o mi inconformidad, pero me niego a gozar de ello sin siquiera preguntarme el porqué. No sé de dónde nacen las necesidades. Tampoco sé con certezas mis raíces…pero hay algo que pica adentro y no lo puedo evitar. Mi territorio es el de “nosotros”, el que día a día saca a relucir su escoria racista. Repito, no sé de dónde nace el picor…pero irrita. Me arden y me duelen las manos. No por labrar tierra, sino por tallar madera. No lo hago para comer, ni para subsistir. Lo hago porque algo desde adentro me obliga a no enmudecer. A gritar lo que hemos hecho, a gritar lo que ignoramos, a gritar lo que se calla. Me obliga a cuestionarme, a cuestionarnos, a cuestionar ese imaginario social establecido. A cuestionar la idea de una única nación argentina, homogénea y monolingüe. A cuestionar el “sentido común”, a cuestionar “mi” cultura, mi identidad y mi hacer, mis porqués y paraqués…

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